TESINA: “Las mujeres: se matriculan en la profesión Trabajo Social en mayor cantidad que los hombres”

miércoles, 23 de febrero de 2011

Marco Teórico II

LA EVOLUCIÓN DEL TRABAJO SOCIAL EN ARGENTINA

“La colonización española trajo consigo ideologías y modelos institucionales que fueron ocupándose paulatinamente de las cuestiones educativas, sociales y sanitarias que iba demandando el desarrollo político y económico del momento”[1].


Durante casi tres siglos, la colonización española conformó un modelo de asistencia asentado en tres pilares fundamentales:

·        El Estado Colonial (supervisaba las cuestiones sanitarias)
·        La Orden de los Betlehemitas (clero regular)

·        La Hermandad de la Santa Caridad[2]


Las órdenes religiosas (apoyadas por los monarcas españoles) fueron las primeras en levantar conventos, asilos, parroquias, colegios y universidades, y otras instituciones como las “cofradías”. Éstas además de contar con fondos provenientes de la Iglesia o el Cabildo procuraban recaudar ingresos de la propia sociedad local.

“Es importante resaltar la labor desempeñada por los jesuitas hasta su expulsión a fines del siglo XVII”[3].

En 1820 llega a la gobernación de Buenos Aires Martín RODRÍGUEZ quién nombra a Bernardino RIVADAVIA como Ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores. RIVADAVIA representaba las ideas de “ORDEN Y PROGRESO”.

Era necesario imponer el ORDEN debido a los enfrentamientos armados de caudillos locales, rebeliones de campesinos y levantamientos indígenas, siendo éstas algunas de las expresiones del desorden que debía afrontar el Estado en ese momento. Instaurar el ORDEN constituía una necesidad básica para la continuidad y consolidación del Estado Nacional.
Al mismo tiempo se apuntaba al PROGRESO porque “se consideraba al comercio (la industria) como la actividad fundamental para la conformación de una sociedad estable capaz de acompañar el futuro que se avizoraba como consecuencias de la integración de las economías latinoamericanas al mercado mundial”[4].

Según OSZLAK “sin orden no hay progreso”; “un Estado capaz de articular en su interior estas dos dimensiones, había adquirido como atributo la capacidad de institucionalizar su autoridad, diferenciar su control e internalizar una identidad colectiva”[5].

En 1822 se introduce una serie de modificaciones en la vida política, social y económica de Buenos Aires. Por un lado, se suprimió la Hermandad de la Santa Caridad porque “se consideraba que la administración de los hospitales pertenece a la “alta policía” del gobierno”[6] y, por otro lado, se sancionó la “Ley de Reforma del Clero”, disponiendo la supresión de las Casas Regulares Betlehemitas y la confiscación de todos sus muebles e inmuebles, los que pasarían a manos del Estado”[7].

Fue así como el gobierno terminó de desmontar el esquema institucional religioso de la asistencia social de la época colonial.

El Estado toma a su cargo la administración de los establecimientos que hasta entonces estaban en manos de la misma. Pero al año siguiente, el mismo RIVADAVIA inauguró una sociedad de “damas linajudas”, quienes desde entonces se ocuparon de la asistencia en Buenos Aires.



LA SOCIEDAD DE BENEFICENCIA

El 2 de Enero de 1823 se inaugura la Sociedad de Beneficencia siendo su fundador Bernardino RIVADAVIA.

Éste en el discurso de inauguración de la sociedad dejaba planteadas las nuevas necesidades del naciente régimen y las funciones que en tal coyuntura se instaba a las mujeres a cumplir. RIVADAVIA señalaba…

“La necesidad de que las mujeres se aplicaran a muchos destinos desempeñados comúnmente por los hombres, y para los que seguramente tienen las primeras mas aptitudes que los últimos: hizo ver que ésta necesidad es tanto mas atendible cuando es indudable que ocupados por hombres en atenciones que ciertamente no les son propias, los productos de sus trabajos eran incomparablemente menores, que los que debían esperarse en caso de ser desempeñado por las mujeres aquellas mismas atenciones y de contraerse los hombres exclusivamente a los trabajos análogos a la fuerza de su sexo: empresa y conquista”[8].

Los objetivos que se le planteó a la Sociedad fueron:

·        La perfección moral;

·        El culto del espíritu en el bello sexo;

·        La dedicación del mismo a lo que se llama industria, y que resulta de la combinación y ejercicio de aquellas cualidades[9]


La Sociedad de Beneficencia se constituyó en una asociación filantrópica privada con autonomía, tanto de las decisiones como de la administración de los fondos, aunque sostenida con aportes del Estado. Además del financiamiento estatal, “la Sociedad recaudaba fondos de actividades recreativas, jornadas, etc.; otros recursos eran obtenidos por donaciones de familias tradicionales porteñas, así como también de empresas y entidades privadas como el Jockey Club, la Cruz Roja, el Museo Social Argentino, etc.”[10].



EL ROL DE LA MUJER EN LA SOCIEDAD DE BENEFICENCIA

Una de las características fundamentales de la Sociedad de Beneficencia era su carácter eminentemente femenino.

Ésta Sociedad comenzó a articularse en el conjunto del proyecto rivadaviano y “se dirigió a las mujeres: a la de las clases dominantes y a las de los sectores populares. A las primeras se les encomendaba la vigilancia y la educación de las segundas. Pero también se esperaba de éstas mujeres otras funciones, dirigidas no a las mujeres, sino a los hombres: serenar los espíritus, terminar la revolución, contribuir a lograr “el orden para cumplir con las metas del progreso””[11].

“En cuanto a las mujeres de los sectores populares, el objetivo era otro: producir “ellas mismas lo que no dan ahora” y adquirir “por si mismas sus medios de subsistencia”. Faltaban hombres para producir, pero también para garantizar la manutención de su familia. Para eso era necesario “instruir al bello sexo”, permitirle “cultivar su razón y adornar su inteligencia”. No obstante, el señor Ministro creyó deber recomendar la carrera del cultivo de su espíritu. Al principio (dijo) todo debe ser sobrio y modesto para que llegue a ser sólido y eficaz. Capacitarse si, pero no tanto...”[12]

“Según los principios estructuradores de la división del trabajo entre los sexos imperantes en ese momento histórico, la mujer era la educadora moral por excelencia. Para ello estaba dotada de aquellas cualidades (sentimientos, afectos, corazón, etc.) que la coloca en inmejorables condiciones para desarrollar ésta tarea. Según RIVADAVIA “la naturaleza dio a su corazón y espíritu cualidades que no posee el hombre”[13].

Sin embargo, “para constituirse la mujer en un agente de la beneficencia debía tener algunas cualidades específicas, entre ellas:

·        “Poseer propiedades que se refieren a la posición que ocupan en la estructura social de la época tales como “distinguidas”, “de verdadera aristocracia porteña”, etc.
·        Cualidades morales tales como “humildad”, “dulzura”, “bondad”, “delicada modestia”, etc.

·        Además cualidades que se refieren a su conducta práctica y a su carácter, tales como “perseverancia”, “empeño”, “energía”, “decisión”,  “cooperadora”, etc.

·        Por último, y con menos frecuencia, también se le asignan cualidades que se refieren a las dimensiones racionales o cognitivas de su personalidad, tales como “instrucción sólida”, “inteligente”, etc.”[14]


Con respecto al papel central de la mujer otorgado por la Sociedad de Beneficencia, se pueden encontrar diferentes posiciones: PASSANANTE “considera que el papel conferido a las mujeres argentinas por RIVADAVIA, constituyen ideas de avanzadas para la época, en una concepción “casi feminista” y que apuntaba al protagonismo político de la mujer, tanto de las clases dominantes como de los sectores dominados, convocándolas al progreso social del país y a la participación activa en el mercado laboral.

Considera que la participación de la mujer tiene un doble sentido:

·        Por un lado, se le atribuye participación social otorgándole un rol y una función específica: la administración y la organización de la caridad pública, designándola para manejar los asuntos de la sociedad;

·        Por otro lado, se la hace depositaria de la grandeza de la nación, procurando su crecimiento espiritual a través de la educación”[15]
Otra posición es la de TENTI FANFANI, quién argumenta que “la centralidad otorgada a la mujer en las tareas de beneficencia se fundamenta en una relación objetiva de dominación basada en el género, dominación que se traslada a todo aquello que hombres y mujeres hacen en virtud de la división del trabajo entre los sexos. Esa relación de dominación encuentra su justificación en el orden natural, posición social (distinguida, elegida), morales (humildad, dulzura), conducta práctica y carácter (empeño, tesón) y finalmente, también sus condiciones racionales o cognitivas (instrucción sólida, talento)”[16].

Según TENTI FANFANI esta “centralidad en la mujer tenía poco de femenino y mucho de elitismo; ya que todas las mujeres de la Sociedad de Beneficencia eran esposas y parientes próximos de los grandes terratenientes, comerciantes y propietarios significativos de la ciudad y provincia de Buenos Aires”[17].

Otro autor que emite su posición es GRASSI quién “plantea una diferenciación entre el real atributo a las mujeres de las clases dominantes y de los sectores populares. Para las primeras era la posibilidad de ejercer la caridad laica, ganando prestigio social y una participación subordinada en la vida política. Mientras que para las segundas, encuentra en el proyecto rivadaviano un interés por la capacitación y el aprendizaje de las mismas, con posibilidad de ejercer una acción moralizante sobre los hombres (calmar los ánimos y terminar la revolución), así como para proveerlas de estrategias de subsistencias. En última instancia, los destinatarios reales de éstas políticas eran los sectores pobres, pero al mismo tiempo, las damas de la naciente burguesía eran llamadas a ocupar un espacio, aliadas a los hombres de su clase, en una política que, ni ellas ni sus congéneres pobres a quienes se dirigía había decidido”[18].



LA GENERACIÓN DEL OCHENTA

A finales del siglo XIX y principios del XX se va gestando un proceso de transformación en la sociedad argentina.

A nivel político, las clases dominantes consolidaron el proyecto liberal del ‘80 que impulsó la incorporación de la Argentina a la economía mundial.

Con respecto a la economía, ésta se diversificó: se extendió la agricultura, además se instalaron los primeros frigoríficos y se desarrollaron las primeras industrias en los rubros textiles, alimenticios y de construcción fundamentalmente.

En términos sociales, el crecimiento poblacional durante esos años, constituyó un fuerte impacto que modificó de manera definitoria el sistema de relaciones sociales hasta entonces imperante; esto fue producto del impulso a la inmigración para lograr la expansión de la agricultura.

En este momento, producto del alto crecimiento de la población, las precarias condiciones de hábitat y los servicios públicos insuficientes, es donde comienzan a incrementarse las enfermedades y epidemias (tuberculosis, pestes), apareciendo así una significativa preocupación por la “cuestión social”.

“El viejo trono asistencial de la Sociedad de Beneficencia y las obras privadas, producto de una política de reenvío de la atención a los pobres (por parte del Estado) hacia las mujeres de las clases dominantes, comenzó a ser cuestionado por ineficiente y acusado, incluso de favorecer, con su acción paternalista, asistencialista e indiscriminada, la indigencia y la vagancia”[19].

La experiencia y las ideas europeas en la materia, particularmente la de los higienistas franceses, se dejaron sentir con fuerza en los enfáticos reclamos del Estado por parte de los Médicos Higienistas, exigiendo a éste la intervención directa y planificada en los aspectos que hacían a la asistencia y la salud pública.

Éstos se presentaron como sujetos relevantes, no sólo en el campo de la salud sino también en el campo político; su propuesta se basaba esencialmente en:

“Un amplio programa de profilaxis sanitaria, social y moral, privilegiando la prevención”[20]. “Los crecientes procesos de urbanización e industrialización fueron los motivos de sus preocupaciones, debido a las nuevas condiciones socio-económicas, las cuales implicaban contar con trabajadores sanos y en condiciones de paz social con el objetivo de garantizar la continuidad del régimen y la reproductividad del capital; por ello dirigían su atención a las condiciones de vida (vivienda y alimentación), así como a las condiciones de trabajo (jornadas de trabajo, salario, descanso, condiciones higiénicas y seguridad en las industrias) además de preocuparse por los hábitos y costumbres”[21].

Los Higienistas “se preocupaban, al mismo tiempo, por la capacitación técnica, imponiéndose así una mirada más científica hacia la pobreza y sus causas, y por lo tanto la necesidad de contar con personal capacitado en instituciones que brinden una formación sistemática, que certifiquen ésta capacitación con títulos habilitantes para el ejercicio profesional”[22].

Fue por su iniciativa que “el 2 de Agosto de 1924 se crearon los “Cursos de Visitadoras de Higiene Social”, dependiente del Instituto de Higiene de la Facultad de Ciencias Médicas de la UBA. Sus impulsores y profesores fueron los doctores ZWANCK y CARBONELL”[23], ambos participantes del Movimiento Higienista.

“Ésta nueva corriente filosófica era orientada, a nivel de los lineamientos ideológicos, por médicos varones, en tanto, la ejecución quedaba en manos de mujeres. Se reeditaba, fuera de los marcos de la vida privada, la relación de poder entre un varón poseedor del saber y de la capacidad de decisión, y entre una mujer que asimilaba y ejecutaba las indicaciones de aquel[24].

Si bien la escuela abrió sus puertas tanto a mujeres como a varones, la profesión asumió un carácter eminentemente femenino. Las exigencias de personalidad, las instancias de la vida social hacia las cuales se dirige su acción (lo doméstico y lo cotidiano), el carácter auxiliar[25] de la profesión y los requisitos para su ejercicio, la definían, de hecho, como tal”[26].
Cuando egresaron las primeras Visitadoras de Higiene en 1925 del Instituto de Higiene de la Facultad de Ciencias Médicas, el Doctor CARBONELL, les recordó el gran lugar que ha tenido siempre la mujer en las diversas formas de asistencia social y las llamó a ser la eficaz colaboradora del médico sin tratar nunca de ocupar su puesto. Pero ya antes un profesor del curso les decía en sus clases que “la mujer tiene mas arraigado el sentido de la caridad”[27].

Coincidiendo con GRASSI, quién considera que existe una “combinación de dos fenómenos que se hacían necesarios para el cumplimiento de estos objetivos: la capacitación técnica (ésta se obtenía en las aulas) y la combinación de ciertas virtudes como generosidad, el amor, la dulzura, etc., que se pretendían condiciones innatas del sexo femenino”[28].

“Esto justificaba el hecho de que ante los nuevos desafíos de la coyuntura política las mujeres fueron nuevamente convocadas para el particular espacio de la asistencia social”[29].

Esto muestra como la mujer aparece en dos puntos estratégicos de la articulación entre los sectores más desvalidos del sistema y el Estado: “como madre/ama de casa de los sectores populares, por un lado, y, como ejecutora en esa instancia articuladora y dirigiéndose a sus congéneres pobres, por el otro”[30].



[1] THOMPSON, Andrés; “Beneficencia, filantropía y justicia social. El tercer sector en la historia Argentina”; en: Público y lo privado. –Las organizaciones sin fines de lucro en la Argentina-; THOMPSON, A. Compilador; Editorial UNICEF/Losada; Bs. As. Argentina; 1995
[2] La Hermandad de la Santa Caridad fue construida en 1727 por Don Juan Alonso González para enterrar a los muertos luego de una epidemia. Su creación fue autorizada por el obispo y el gobernador. González era un vecino que aportaba fondos personales para la fundación. En 1734 tomó los hábitos. Según PASSANANTE (1987) la Hermandad de la Santa Caridad era de composición mixta, formada por notables y religiosos que dependían del obispo. La Hermandad administraba el Hospital de Mujeres, la Casa de Huérfanas y la Casa de Niños Expósitos.
[3] THOMPSON, Andrés; “Beneficencia, filantropía y justicia social. El tercer sector en la historia Argentina”; en: Público y lo privado. –Las organizaciones sin fines de lucro en la Argentina-; THOMPSON, A. Compilador; Editorial UNICEF/Losada; Bs. As. Argentina; 1995
[4]  LEVIN, Silvia; “Pobreza: Historia de un concepto en la política social Argentina”; Mimeo
[5] OSZLAK, Oscar; “La Formación del Estado argentino. Orden progreso y organización nacional"; Editorial Planeta
[6] PARRA, Gustavo; “Antimodernidad y Trabajo Social. Orígenes y Expansión del Trabajo Social Argentino”; Luján, Dpto. de Ciencias Sociales/UNLu, 1999
[7] TENTI FANFANI, Emilio; “Estado y pobreza: estrategias típicas de intervención/1”; Editorial Centro Editor de América Latina. Buenos Aires. 1989
[8] GRASSI, Estela; “La mujer y la profesión de Asistente Social. El control de la vida cotidiana”; Editorial Humanitas; 1989; p.p. 36
[9] ALAYON, Norberto; “Historia del Trabajo Social Argentino”; editorial Espacio; 5º edición; 2007; p.p. 34
[10] THOMPSON, Andrés; “Beneficencia, filantropía y justicia social. El tercer sector en la historia Argentina”; en: Público y lo privado. –Las organizaciones sin fines de lucro en la Argentina-; THOMPSON, A. Compilador; Editorial UNICEF/Losada; Bs. As. Argentina; 1995
[11] GRASSI, Estela; “La mujer y la profesión de Asistente Social. El control de la vida cotidiana”; Editorial Humanitas; 1989; p.p. 38
[12] GRASSI, Estela; Idem; p.p. 38
[13] TENTI FANFANI, Emilio; “Estado y pobreza: estrategias típicas de intervención/1”;  Editorial Centro Editor de América Latina. Buenos Aires. 1989
[14] TENTI FANFANI, Emilio; “Estado y pobreza: estrategias típicas de intervención/1”;  Editorial Centro Editor de América Latina. Buenos Aires. 1989
[15] PARRA, Gustavo; “Antimodernidad y Trabajo Social. Orígenes y Expansión del Trabajo Social Argentino”; Luján, Dpto. de Ciencias Sociales/UNLu, 1999; p.p. 103, 104
[16] PARRA, Gustavo; Idem; p.p. 104
[17] TENTI FANFANI, Emilio; “Estado y pobreza: estrategias típicas de intervención/1”;  Editorial Centro Editor de América Latina. Buenos Aires. 1989
[18] PARRA, Gustavo; “Antimodernidad y Trabajo Social. Orígenes y Expansión del Trabajo Social Argentino”; Luján, Dpto. de Ciencias Sociales/UNLu, 1999; p.p. 105
[19] GRASSI, Estela; “La mujer y la profesión de Asistente Social. El control de la vida cotidiana”; Editorial Humanitas; 1989; p.p. 42
[20] BRITOS, Gabriel; “Asistencia Social en Rosario”; Rosario; Argentina; Editorial U.N.R.; 2000;
[21] PARRA, Gustavo; “Antimodernidad y Trabajo Social. Orígenes y Expansión del Trabajo Social Argentino”; Luján, Dpto. de Ciencias Sociales/UNLu, 1999
[22] PARRA, Gustavo; “Antimodernidad y Trabajo Social. Orígenes y Expansión del Trabajo Social Argentino”; Luján, Dpto. de Ciencias Sociales/UNLu, 1999
[23] ALAYON, Norberto; “Historia del Trabajo Social Argentino”; editorial Espacio; 5º edición; 2007
[24] GRASSI, Estela; “La mujer y la profesión de Asistente Social. El control de la vida cotidiana”; Editorial Humanitas; 1989; p.p. 48
[25] La carrera estaba abierta a mujeres que debían constituirse en auxiliares médicos ocupándose de las minucias para las cuales el medico no tiene tiempo difundiendo las normas de higiene y de prevención de enfermedades transmisibles pero además debiendo enseñar el orden y la economía domestica.
[26] GRASSI, Estela; ídem; p.p. 58
[27] GRASSI, Estela; “La mujer y la profesión de Asistente Social. El control de la vida cotidiana”; Editorial Humanitas; 1989;; p.p. 61
[28] GRASSI, Estela; ídem; p.p. 48
[29] GRASSI, Estela; ídem; p.p. 48
[30] GRASSI, Estela; ídem; p.p. 48

1 comentario: