TESINA: “Las mujeres: se matriculan en la profesión Trabajo Social en mayor cantidad que los hombres”

miércoles, 23 de febrero de 2011

CONCLUSIONES

Para ir concluyendo éste trabajo, se considera pertinente hacer referencia a algunas conceptualizaciones para poder abocarnos, luego, si las conclusiones finales.

Uno de ellos es el concepto de “cultura”, la cual se constituye un factor fundamental a la hora de decidir de qué lado de la línea divisoria deben ser colocadas las distintas actividades. Los hombres y las mujeres van siendo moldeados de distintas maneras por la sociedad a través de la forma en que son criados, de la educación y de sus ocupaciones de adultos.

A éste concepto, se cree necesario, aunarle el concepto de “imaginario social” ya que según ESTHER DÍAZ, éste “produce valores, apreciaciones, los gustos, los ideales y las conductas de las personas que conforman una cultura. El imaginario no suscita uniformidad de conductas, sino más bien señala tendencias. Los juicios y las actuaciones de la gente, inciden también en el depósito del imaginario, el cual funciona como idea regulativa de las conductas. Las ideas regulativas, no existen en la realidad material, pero existen en la imaginación individual y en el imaginario colectivo, producen materialidad, es decir, efectos de la realidad”[1].

Para poder comprende esto se cree pertinente, además, abordar el concepto de “género” el cual es considerado como “un modelo de conducta que se construye socialmente y que varía de una sociedad y de un tiempo a otro”[2].

Es necesario añadir que este concepto “alude a los aspectos psico-socio-culturales asignados a varones y mujeres por su medio social. Las diferencias, tanto individuales como sociales, entre varones y mujeres se vinculan con las características culturales del grupo de pertenencia y del contexto”[3].

En base a lo dicho se pueden observar las siguientes conclusiones finales:

·        Si bien se vienen produciendo cambios en las últimas décadas, todavía sigue estando presente en los imaginarios sociales, que las actividades relacionadas con el mundo privado son esencialmente para mujeres; así también lo expresan algunos de los profesionales entrevistados:

“Hay profesiones que exclusivamente son para hombres sobre todo las ingenierías, porque es una ciencia dura, que lleva un conocimiento más racional, más fríos y esas son características que se le atribuyen históricamente al hombre, y hay otras que son exclusivamente para las mujeres, que están más relacionadas con lo social. Ni hablar en profesiones como el Trabajo Social, igual que la Docencia o la Enfermería que son carreras que se relacionan más con lo femenino donde son características de la mujer”

Esto muestra como las condiciones que justificaban la presencia de mujeres para el ejercicio de la beneficencia en la época de la Sociedad de Beneficencia, hoy en día, se mantienen vigentes como aptitudes necesarias para el desempeño profesional en el campo del Trabajo Social actual.

Por otro lado, los caracteres asignados culturalmente a varones y mujeres permiten pensar como las diversas actividades que se presentan en la sociedad son más adecuadas a los rasgos, actitudes, formas de pensar de unos u otros, esto puede verse en las calificaciones que se le adjudica a cada uno de los sexos, en el caso del varón es considerado como “fuerte, activo, racional, objetivo, riguroso, inventivo”[4], mientras que la mujer es considerada como pasiva, sensible, emotiva, dominada por las pasiones, inestable, maleable. Siguiendo a MILLER y su equipo, quienes sostienen que a diferencia de los hombres, las mujeres desarrollan la empatía, es decir, la capacidad de ponerse en la piel de otra persona. En cambio, los varones marcan con mayor énfasis su diferencia con el otro, toman una distancia operativa de las personas y los problemas con los cuales se vinculan. Los entrevistados justifican que en las áreas de las instituciones judiciales y de gerenciamiento es más probable la presencia masculina y consideran que éste fenómeno se da por el hecho de que es probable encontrarse frente a casos donde se requiere firmeza y mano dura del varón. Esto es señalado por algunos profesionales entrevistados quienes plantean lo siguiente:

“Lo que pasa es que a los hombres nos gusta más las tareas de gestión y generalmente pienso que los hombres se asocian más a la gerencia, a direccionamiento, y está más asociado a la idea del mercado. Y en el imaginario social eso estaría también generalmente asociado a los varones”


·        Otra de las cuestiones a plantear consiste en que la construcción de la identidad femenina tiene que ver con la maternidad, lo privado y la subordinación. La definición de lo femenino está relacionada con el cuidar y servir a los demás. Este estereotipo se continúa en el ejercicio profesional, así lo manifestaba uno de los entrevistados:
“El Trabajo Social tiene que ver con una cuestión de género porque está referido al acceso a la vida cotidiana de la familia, relacionado el ámbito de lo cotidiano y de la integridad”

Aquí se considera necesario abordar un concepto clave en éste momento, es el de “vida cotidiana” que según HELLER “es el conjunto de actividades que caracterizan la reproducción de los hombres particulares, los cuales, a su vez, crean la posibilidad de la reproducción social y entiende al hombre particular como al hombre concreto, que en una sociedad dada ocupa un lugar determinado en la división social del trabajo (…) Lo cotidiano no es solamente aquello que, tal como lo pensamos desde el sentido común, ocurre todos los días, reiteradamente, sino básicamente la forma en que cada hombre organiza su entorno, vive y concretiza lo social (los acontecimientos políticos, económicos y sociales en general) de una manera particular”[5].

De ésta manera podemos decir que el Trabajo Social opera directamente en ésta dimensión de lo social.


·        Asimismo, se observa que ésta profesión, ejercida mayoritariamente por mujeres, presenta las características que se creen propias del mundo femenino, donde prima más un hacer práctico, respuestas inmediatas frente al dolor humano, valores como el compromiso, la solidaridad, la entrega al otro. Si bien aparecen esfuerzos por imprimir a las prácticas profesionales una lógica de mayor racionalidad, aún son muy pocos los casos que lo manifiestan, esto puede manifestarse en algunas de las frases obtenidas de las encuestas realizadas a los estudiantes de ambos sexos de la carrera:

“Aportar al mejoramiento de las condiciones de vida de familias”

“Modificar algunas situaciones sociales conflictivas”

“El interés por el ámbito social”

“Aportar a la transformación de la realidad”

“Preocupación por las problemáticas sociales y por buscar una forma de colaborar”

“Poder ayudar a la gente desde un marco teórico, y con las herramientas necesarias”

Puede verse además en las entrevistas realizadas a los profesionales que sus planteos son similares, el 40% tomó la decisión de estudiar la carrera debido a su gran interés acerca de las problemáticas sociales; otro 40% manifestó que querían ayudar a la gente de alguna manera y  el 20% restante expresó que tomó la decisión de estudiar la carrera de Trabajo Social por haber sentido en carne propia las consecuencias de la crisis.

Un punto interesante a destacar dentro de éste momento, es que la mayoría de los estudiantes que remarcan las ideas de “aportar”, “modificar”, “colaborar”, “ayudar” han sido mujeres (el 70%). Esto muestra como no se ha cambiado totalmente la percepción que la mayoría de las mujeres tienen de si mismas. Aún ellas se consideran como las encargadas del trabajo de “amar” y de cuidar los vínculos afectivos.


·        Por otra parte se puede observar que en las encuestas realizadas el 65% dice que la sociedad acepta la decisión de que varones estudien la carrera de Trabajo Social y el 35% restante opina que la sociedad no lo acepta aunque dentro de ella se encuentran otras variantes siendo las siguientes algunas de ellas: “tal vez no tiene la aceptación que si se eligiera alguna de las carreras tradicionales”, o “puede que lo acepten, pero en la mayoría de los casos prejuzgan en relación a la condición sexual” o “depende a que persona se le pregunte, ya que vivimos en una sociedad machista y para muchos es raro” o “creo que los sectores más tradicionales esperan otro rol del hombre, por lo tanto se desvaloriza al hombre que desempeña su trabajo en ámbitos sociales, sin siquiera ocupar lugares de poder”. En cuanto a las entrevistas, de cinco profesionales solo uno contestó que no sintió prejuicios por parte de la sociedad ni de sus allegados; los cuatro restantes manifiestan que si han sentido prejuicios, de los cuales dos plantearon que estos prejuicios referían a que era una profesión de mujeres; uno sostuvo que solo las criticas se referían a lo remunerativo y finalmente uno afirma que los prejuicios hacían referencia no solo a lo remunerativo sino además a que era una profesión de mujeres.


·        Por otra parte los datos recogidos en las entrevistas dan cuenta de que en relación a las cuestiones de trabajo y salariales en los últimos años ha mejorado mucho. Apareció algo muy llamativo en ellas, esto es que del total de los entrevistados, el 60% pronunció la frase “no estamos tan mal”, esto es muy interesante debido a que en las entrevistas estas personas han planteado la participación de los profesionales en las reivindicaciones por mejoras salariales, o manifiestan que se debe que afianzar el compromiso profesional o afirman “hay mucho por hacer y por ganar”.

Esto es muy importante debido a que son muchos los profesionales que consideran que si el país mejora el Trabajo Social va a ir aumentando su hegemonía y su reconocimiento debido a que va a poder lograr mayores y mejores espacios de trabajo.


·        Otra de las cuestiones que se desea resaltar es con respecto a una pregunta que se le ha hecho a los profesionales en cuanto a si consideran que existe alguna alternativa posible para cambiar la imagen femenina de la profesión; así se encontró que el 40% de los entrevistados planteó la cuestión del tiempo debido a que ya está instalado en el imaginario social, y el 60% restantes, afirmó que el punto principal para este cambio seria la difusión de la profesión.


·                                          Finalmente lo que podemos observar que en el censo realizado en el año 2002 el total de alumnos nuevos inscriptos, reinscriptos y egresados de postgrados y grado de ambos sexos fue de 926 alumnos, de los cuales 830, o sea, el 89,63%, eran mujeres y 96, o sea, el 10,37% eran varones. La presencia del sexo masculino en la profesión fue aumentando paulatinamente hasta el año 2004 logrando un aumento de un total de 1117 alumnos nuevos inscriptos, reinscriptos y egresados de postgrados y grado, el 89,90%, o sea, 1004 estudiantes eran de sexo femenino y el 10,10%, es decir 113, eran del sexo masculino. Pero luego comenzó a descender hasta que en el año 2006 de un total 1061 alumnos nuevos inscriptos, reinscriptos y egresados de postgrados y grado, se encuentra un total de 96 alumnos de sexo masculino, es decir, el 9,05%, y 965 alumnos de sexo femenino, es decir, el 90,95%.


Para ir concluyendo éste trabajo se puede decir que aunque hoy en día la profesión de Trabajo Social sigue teniendo una imagen femenina, se cree que esto se va a ir modificando con el tiempo, como ha pasado con otras profesiones como es el caso de Contador Público o Medicina, entre otras, donde en un principio eran carreras casi exclusivas de hombres.


[1] DIAZ, Esther; “La Ciencia y el imaginario social”; 1 edición; editorial biblos; Buenos Aires 1996
[2] GRASSI, Estela; “La mujer y la profesión de Asistente Social. El control de la vida cotidiana”; Editorial Humanitas; 1989; p.p. 24, 25

[3] GENOLET, Alicia y otros; “La profesión de Trabajo Social ¿Cosa de mujeres?”; Editorial Espacio; 2005; p.p. 36
[4] SINAY, Sergio; “La masculinidad toxica. Un paradigma que enferma a la sociedad y amenaza a las personas”;Editorial Ediciones B Grupo Zeta; 2006; p.p. 26
[5] HELLER, Agnes; “Sociología de la vida cotidiana”; Editorial Península; Barcelona; 1977

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